Nicolás Maduro, presidente de Venezuela, enfrenta actualmente uno de los momentos más complejos y solitarios de su carrera política. A nivel internacional, su posición se ve severamente deslegitimada debido a las acusaciones de fraude electoral en las recientes elecciones presidenciales de julio. Este episodio ha desencadenado un aislamiento diplomático que se refleja no solo en el ámbito regional sino también en eventos multilaterales cruciales como la cumbre de los BRICS.
El escenario más evidente de este aislamiento se produjo en Kazán, donde se celebraba la cumbre de los BRICS+, un evento que reúne a naciones que abogan por un mundo más multipolar y menos centrista bajo la influencia occidental. Durante la cumbre, el presidente ruso Vladimir Putin saludó a Maduro, pero lo desvió hacia otro camino al ingresar a la plenaria de los BRICS, poniendo de manifiesto la exclusión de Venezuela del selecto grupo. Aunque otros 11 países lograron el estatus de miembros asociados, Venezuela se encontró con la puerta cerrada.
El factor determinante de este veto fue la posición de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil, un político históricamente cercano al chavismo. No obstante, tras los comicios venezolanos, Lula perdió la confianza en Maduro debido a su negativa a mostrar las actas y resultados detallados del proceso electoral. Lula expresó su descontento en la cumbre de los BRICS+ al vetar la inclusión de Caracas mientras respaldaba la de Cuba, evidenciando una quiebra de confianza sin precedentes.
Maduro, quien esperaba un respaldo similar al que en su momento disfrutó Chávez, no ha logrado cultivar la misma complicidad con Lula. Esta relación bilateral, ahora gravemente dañada, ha influido en otros actores regionales. La posición de Brasil podría incitar a países como Colombia, bajo el liderazgo de Gustavo Petro, a adoptar medidas similares, afectando aún más la diplomacia regional de Venezuela.
En un esfuerzo por mantener cierta influencia internacional, Maduro viajó a Kazán acompañado de una numerosa comitiva, incluidos la primera dama, Cilia Flores, y altos funcionarios de PDVSA. Sin embargo, su recepción fue fría y carente del ceremonial diplomático que alguna vez Chávez gozó. Estos desaires destacan el declive del apoyo internacional hacia su gobierno.
Rusia, pese a ser aliado de Venezuela, también enfrentó las tensiones en la cumbre, remarcando que su valoración de la situación electoral venezolana no coincide con la de Brasil. Putin, tratando de mantener las apariencias de amistad con Brasil, subrayó su apoyo a Maduro, aunque esto no salvaguardó a Venezuela del veto en los BRICS.
El futuro diplomático de Venezuela pende de un hilo. El respaldo de Turquía, Rusia, China y Cuba se mantiene, pero las sanciones impuestas por Estados Unidos y el debilitamiento de relaciones clave podrían ampliar el aislamiento internacional de Maduro. Con la posibilidad de medidas diplomáticas contundentes a partir del próximo enero, Maduro se enfrenta a un período tumultuoso marcado por la caída de puentes políticos y crecientes tensiones regionales.
A los ojos del mundo, la reciente cumbre de Kazán no solo refleja la soledad internacional de Maduro, sino que también marca un punto de inflexión en la geopolítica latinoamericana, donde las alineaciones y decisiones diplomáticas cambian con rapidez, dejando preguntas abiertas sobre el rumbo futuro del chavismo y su impacto en el escenario global.