En el Parque Nacional Budj Bim, en Victoria, Australia, más de 750 koalas fueron sacrificados tras un devastador incendio forestal que consumió más de 2.000 hectáreas de vegetación en marzo de este año. Las imágenes captadas de koalas heridos, deshidratados y atrapados entre cenizas han generado conmoción a nivel mundial.
La decisión de sacrificar a estos marsupiales fue autorizada por el Departamento de Energía, Medio Ambiente y Clima de Victoria, que la denominó una «matanza humanitaria». Según las autoridades, el objetivo era evitar que los koalas sufrieran un dolor mayor, afirmando que muchos no tenían posibilidades reales de sobrevivir. La primera ministra del estado, Jacinta Allan, defendió la medida, asegurando que se tomó tras “rigurosas evaluaciones”.
No obstante, la reacción no se hizo esperar. Activistas y defensores de animales, tanto locales como internacionales, han calificado la medida de extrema e inhumana. Georgie Purcell, del Partido Justicia Animal, cuestionó si se evaluó realmente el estado de cada koala, o si algunos incluso portaban crías. Jess Robertson, de la Alianza por los Koalas, criticó la metodología: «Desde un helicóptero no se puede saber».
Es importante destacar que el koala ha sido catalogado desde 2022 como una especie en peligro en varias zonas de Australia. Su población ha disminuido hasta un 62% en las últimas dos décadas, y se teme que podría desaparecer antes de 2050 si no se implementan medidas más sostenibles y éticas.
El suceso en Budj Bim pone de relieve un dilema urgente: ¿hasta dónde estamos dispuestos a llegar en nombre de la conservación animal? Encontrar un equilibrio entre la ciencia y la compasión es imperativo cuando se trata de seres vivos.
Mientras tanto, la comunidad internacional expresa su pesar por los koalas, que, a pesar de estar en peligro de extinción, fueron abatidos sin considerar su individualidad y necesidad de asistencia.
Federación de Colegio de Médicos Veterinarios
