En vísperas de celebraciones de fin de año, organizaciones sociales y ciudadanos hacen un llamado urgente a la empatía y la responsabilidad colectiva frente al uso indiscriminado de petardos y fuegos artificiales, una práctica que, aunque para algunos representa diversión, para otros se convierte en una experiencia dolorosa y dañina.
Especialistas en salud advierten que las detonaciones afectan gravemente a personas vulnerables, entre ellas bebés, adultos mayores, personas asmáticas y niños con trastorno del espectro autista, quienes pueden sufrir crisis respiratorias, episodios de ansiedad, alteraciones neurológicas y estrés severo producto del ruido extremo.
El impacto también alcanza al reino animal. Mascotas y fauna silvestre reaccionan con pánico ante los estruendos, lo que provoca desorientación, huidas, accidentes e incluso la muerte. Clínicas veterinarias reportan un aumento significativo de emergencias durante fechas festivas asociadas al uso de pirotecnia.
A esto se suma el daño ambiental: los fuegos artificiales liberan gases tóxicos y residuos contaminantes que deterioran la calidad del aire y afectan ecosistemas urbanos y naturales. Además, generan molestias sonoras que alteran la tranquilidad de comunidades enteras.
“Lo que para algunos dura unos segundos de entretenimiento, para otros puede significar horas de angustia o una crisis de salud”, señalan voceros comunitarios, quienes insisten en que hay muchas formas de celebrar sin causar daño.
El llamado es claro: ponerse en el lugar del otro y optar por celebraciones responsables, promoviendo alternativas seguras y silenciosas que fomenten la convivencia, el respeto y el bienestar común.
Empatizar también es celebrar.
Espiga Noticias
