Las infecciones de transmisión sexual (ITS) como la gonorrea y la clamidia están aumentando entre los adolescentes, en un contexto de inicio cada vez más temprano de las relaciones sexuales, bajo uso del preservativo y dificultades para acceder a pruebas diagnósticas en el sistema sanitario. Las reinfecciones que cursan de forma asintomática se han convertido en un factor clave en la propagación silenciosa de estas infecciones.
Teresa Martínez Burgoa, enfermera del Servicio de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínico San Carlos de Madrid, trata diariamente distintos casos de ITS en su consulta, donde recibe a los pacientes con una caja llena de preservativos sobre la mesa. Con 25 años de experiencia, sobre todo en VIH, analiza la situación de la adolescencia en un momento en el que el inicio de las relaciones sexuales se sitúa entre los 13 y los 15 años y el panorama sexual está cambiando. “Están totalmente perdidos”, afirma en una entrevista con EFE SALUD.
El informe «Vigilancia Epidemiológica de las Infecciones de Transmisión Sexual (ITS)” del Instituto de Salud Carlos III señala un crecimiento de las ITS en menores de 25 años, que en 2024 representaron el 35,7 % de los casos de clamidia y el 22,8 % de los de gonorrea, con una mayor afectación en hombres que en mujeres. Martínez Burgoa explica: “Hay más hombres porque es el colectivo homosexual masculino el que se hace pruebas, pero los heterosexuales nunca se chequean, sobre todo las mujeres”, y destaca también la sífilis como otra de las infecciones que afecta a los más jóvenes.
En el caso de las mujeres, subraya que la gonorrea y la clamidia cursan con frecuencia de forma asintomática. Al no presentar síntomas, estas infecciones no se tratan con antibióticos y, además de facilitar el contagio, “puede derivar en infertilidad”. Uno de los riesgos actuales que destaca son las reinfecciones sucesivas, que favorecen una transmisión silenciosa: “Hay adolescentes y adultos que tienen tantas ITS que al final ya no hay síntomas, el cuerpo ya no lo detecta como algo extraño, por eso también se propagan tan fácil. O te chequeas cada cierto tiempo si eres sexualmente activo o la bacteria ahí la tienes”.
Entre las posibles consecuencias, advierte de que la sífilis es la que más problemas causa: “Porque si no se trata esa bacteria puede llegar al cerebro y hacer la neurosífilis y eso ya es mucho más grave”.
Martínez Burgoa considera que los adolescentes conocen el sexo a través de internet, pero que “hay un descontrol absoluto con respecto a las relaciones sexuales qué tienen, cómo las tienen y las infecciones que conllevan. Están completamente perdidos”. Al mismo tiempo, observa que, sobre todo en colectivos de mayor edad, “se ha perdido el miedo a las infecciones sexuales, saben que hay algunos tratamientos y que de eso no se va a morir nadie”.
La enfermera defiende que los preservativos deberían ser gratuitos y accesibles para los menores, y que estos pudieran acudir a un centro sanitario a recogerlos sin tener que dar explicaciones. Señala, además, que el uso del preservativo es infrecuente, y mucho menos habitual en el sexo oral, pese a que todas las ITS, salvo el VIH, se contagian no solo por vía vaginal y anal, sino también por vía oral. “En estos meses solo veo gonorreas en la faringe. Con un morreo un poco intenso ya lo vas a transmitir. Y el síntoma que da la gonorrea es un dolor de garganta”, ejemplifica.
Insiste en que “cuando la gente piensa en sexo, piensa en penetración” y alerta de la desinformación sobre otras prácticas, como compartir juguetes sexuales, que “también ha provocado un pico de incidencia en hepatitis C”.
La situación de los preadolescentes de entre 12 y 15 años es descrita como especialmente vulnerable. “No saben dónde acudir en caso de tener una infección, es que no tienen dónde ir” debido a la necesidad de consentimiento paterno, que muchos descartan por miedo o vergüenza. “El pediatra no es la solución, siempre van acompañados de sus padres”, afirma. Entre los recursos existentes menciona las clínicas privadas para hacerse pruebas —donde los menores necesitan permiso de un adulto y deben pagar—, los centros especializados en ITS Sandoval en la Comunidad de Madrid y los servicios de urgencias hospitalarios.
Martínez Burgoa reclama una respuesta estructurada: “El sistema sanitario tiene que dar una respuesta a todo esto. No podemos permitir que siga esta incidencia de infecciones de transmisión sexual exponencialmente creciente y no hagamos nada”. Como propuesta, plantea que en los centros de salud exista una consulta de enfermedades infecciosas para orientar, prevenir y tratar las ITS, también en adolescentes. Cita además como referencia los “checkpoint” londinenses, donde no es necesario facilitar datos personales, solo recoger un kit de pruebas para realizar en casa y llevarlo después para obtener resultados mediante un número asignado.
A esta situación se suma lo que describe como un “limbo sanitario” y una falta de educación sexual. Según explica, en los colegios no existe una educación sexual estructurada y, cuando se imparte, suele centrarse en lo biológico, sin abordar la prevención de ITS ni los circuitos asistenciales. En el ámbito familiar, hablar de sexualidad continúa siendo un tabú. “A los adolescentes no les gusta contárselo todo a sus padres, y los padres olvidan cómo eran ellos a los 14 años”, señala, aunque propone que al menos tengan preservativos disponibles en casa y que sepan que son la principal barrera frente a las ITS. “Hay muchos tipos de familia y hay algunas que el preservativo tampoco lo ven, como tampoco ven que sus hijos o hijas menores puedan tener relaciones sexuales”, añade.
Relata que en los servicios de urgencias se atiende a niñas de 12 y 13 años, algunas víctimas de sumisión química y con ITS y embarazos no deseados. A los padres les dirige un mensaje concreto: “Decidles que queremos protegerlos o darles toda la información para que se protejan ellos. Déjales preservativos, déjales notas, diles dónde acudir si algo pasa. Aunque no hablen, escuchan. Y necesitan saber que tienen opciones y que nadie les va a juzgar”.
La enfermera vincula también la situación con las referencias sexuales predominantes entre los adolescentes, como algunos programas de televisión y realities en los que no se muestra el uso de preservativo ni las consecuencias de su ausencia, así como la pornografía accesible por internet, que normaliza prácticas sexuales, muchas veces colectivas, sin protección. Señala que los hábitos sexuales han cambiado, y que relaciones y prácticas antes poco habituales —sexo anal, tríos, relaciones grupales, chemsex— son ahora más comunes entre los jóvenes.
Por ello, considera que todos los ámbitos sanitarios, como ginecología y pediatría, deben ampliar su visión para contemplar prácticas sexuales menos convencionales. Asimismo, anima al Ministerio de Sanidad y a las comunidades autónomas a “ser valientes” y promover campañas de prevención, recordando iniciativas como la campaña de los años noventa “Póntelo, pónselo” sobre el uso del preservativo, e insiste en la necesidad de repetir mensajes preventivos “como se hacía durante la pandemia con las campañas de protección frente al coronavirus”.
Desde el Hospital Clínico San Carlos, Teresa Martínez Burgoa resume su mensaje para todas las personas sexualmente activas, de cualquier edad y colectivo: “Chequéate, chequéate y chequéate, tanto si no tienes pareja como si la tienes. Al menos una vez al año, chequéate”.
EFE
