La dimisión de Bashar al-Assad pone fin a casi 14 años de lucha por mantener el poder en Siria, un país desgarrado por una brutal guerra civil que se convirtió en un campo de batalla indirecta entre potencias regionales e internacionales. La noticia fue confirmada por Rusia, que anunció el domingo que el dictador «dimitió» y abandonó el país. Simultáneamente, los rebeldes proclamaron «el fin de este período oscuro» para Siria.
El régimen de Assad, caracterizado por una férrea opresión, llegó a su fin de manera abrupta tras una ofensiva sorpresa lanzada por grupos de oposición. Estos últimos lograron ingresar a Damasco por primera vez desde 2018, provocando el colapso de las fuerzas gubernamentales en un conflicto que ha dejado casi medio millón de muertos y ha desplazado a la mitad de la población siria.
Desde sus inicios como un joven presidente en el año 2000, muchos esperaban que Assad trajera reformas y una nueva era de apertura. Con solo 34 años, su llegada al poder fue vista con esperanza por su formación occidental y su inclinación por la tecnología. Sin embargo, frente a las protestas que estallaron en marzo de 2011, Assad recurrió a tácticas brutales para aplastar la oposición, perpetuando un estilo de gobierno que recordaba al de su padre, Hafez al-Assad.
Crisis humanitaria y éxodo masivo
La guerra civil en Siria provocó una crisis humanitaria de proporciones devastadoras. Millones de sirios han buscado refugio en países vecinos como Jordania, Turquía, Irak y Líbano, así como en Europa. Según organizaciones internacionales, el régimen de Assad fue acusado de utilizar tortura y ejecuciones extrajudiciales en sus centros de detención.
A pesar de las sanciones internacionales y las tensiones geopolíticas, hasta hace poco, Assad parecía consolidado en el poder. La Liga Árabe incluso restableció la membresía de Siria el año pasado, y Arabia Saudí nombró a un embajador en Damasco tras años de distanciamiento.
Cambio de marea en el conflicto
Las hostilidades en Siria tomaron un nuevo giro con la ofensiva relámpago de los rebeldes, liderada por grupos con base en el noroeste del país, que aprovecharon la distracción de los aliados de Assad en otros conflictos, como la guerra de Rusia en Ucrania y las tensiones en Oriente Medio.
El paradero de Assad sigue siendo incierto, con reportes de que habría abandonado el país mientras los insurgentes tomaban control de la capital. La TV estatal iraní, que había sido uno de los principales apoyos del régimen, confirmó su salida, citando fuentes de Al Jazeera.
Transición e incertidumbre política
El primer ministro sirio, Mohammed Ghazi Jalali, declaró que el gobierno está dispuesto a facilitar una transición de poder y extender su mano a la oposición. Las fuerzas rebeldes ya han tomado el control de importantes ciudades como Alepo, Homs y Hama, en una ofensiva que comenzó el 27 de noviembre y que ha sido calificada como la más significativa en años recientes.
El enviado especial de la ONU para Siria, Geir Pedersen, ha pedido conversaciones urgentes para asegurar una «transición política ordenada». A medida que la situación en Siria sigue evolucionando, los líderes internacionales discuten el futuro del país y las medidas necesarias para poner fin a la actividad militar y proteger a la población civil.
Esta nueva etapa en la historia de Siria, tras casi medio siglo de dominio de la familia al-Assad, deja al país en un delicado estado de incertidumbre política y social. Las facciones insurgentes, lideradas por el grupo Hayat Tahrir al-Sham, han marcado el inicio de una nueva era, prometiendo una política de pluralismo y tolerancia religiosa.
Con información de AP