En un reciente desarrollo político en Washington, el congresista Mario Díaz-Balart, jefe de la subcomisión de presupuestos para acciones exteriores en el Congreso de los Estados Unidos, ha declarado que la administración entrante de Donald Trump abordará la salida del presidente venezolano Nicolás Maduro como un tema prioritario de seguridad nacional. Durante una entrevista con el periodista David Placer, Díaz-Balart detalló que la nueva estrategia será más contundente que la implementada por el gobierno interino de Juan Guaidó.
Con una mayoría republicana dominando tanto el Congreso como el Senado, y Trump reinstalado en la Casa Blanca, Díaz-Balart ve un campo de acción más amplio para enfrentar a las tres dictaduras que identifica como enemigas de Estados Unidos en el continente: Nicaragua, Cuba y Venezuela.
Díaz-Balart, conocido por su cercana relación con el futuro secretario de Estado Marco Rubio y el nuevo asesor de Defensa Nacional Mike Waltz, enfatizó la claridad con la que la nueva administración aborda los intentos de Maduro por negociar en temas migratorios y energéticos. «Sólo tenemos una cosa que negociar con Maduro, su salida del poder», afirmó Díaz-Balart, subrayando que esta salida debe ser a corto plazo.
El congresista también se refirió a la dictadura de Maduro comparándola con la cubana, describiéndola como un «cáncer» y afirmando que «todos sabemos sólo hay una manera de acabar con esa enfermedad».
Respecto a la controvertida propuesta de Erik Prince de usar ejércitos privados para derrocar a Maduro, Díaz-Balart se mostró cauto. Sin inclinarse ni a favor ni en contra, señaló que todas las ideas dirigidas a lograr la salida de Maduro deben ser estudiadas de forma muy seria por la nueva administración.
La entrevista completa, que ofrece un vistazo a las perspectivas del congresista Díaz-Balart, está disponible en el canal de YouTube de David Placer, donde se exploran las dinámicas políticas de su enfoque hacia las dictaduras en América Latina.
Este enfoque del gobierno de Trump podría redefinir las relaciones de Estados Unidos en la región, estableciendo un precedente sobre cómo manejar regímenes considerados hostiles en el hemisferio occidental.