Un reciente estudio realizado por la Universidad de Harvard ha generado un notable interés al proponer una fecha estimada en la que el mundo podría llegar a su fin. Este análisis, lejos de ser una simple especulación apocalíptica, se fundamenta en fenómenos astronómicos y procesos cósmicos observados en diferentes partes del universo.
A lo largo de la historia, han existido numerosas teorías sobre el fin del mundo. Los científicos de Harvard han aplicado un enfoque basado en modelos astrofísicos, considerando el futuro del Sol y sus implicaciones para la Tierra. Según estos cálculos, al agotarse el hidrógeno del Sol, este iniciará una fusión de elementos más pesados como el helio, el carbono y el oxígeno. Se estima que este fenómeno ocurrirá en unos 11 mil millones de años, resultando en una expansión colosal que consumiría los planetas internos del sistema solar, incluyendo la Tierra.
Aunque el pronóstico a largo plazo parece distante, algunos científicos señalan que otros eventos astronómicos podrían adelantarse. Explosiones solares inesperadas o cambios en el núcleo del Sol son factores que podrían acelerar el proceso de desintegración del sistema solar. También se contempla la posibilidad de que el Sol se convierta en una enana blanca antes de lo previsto, dependiendo de nuevos descubrimientos sobre partículas aún no detectadas, como el Bosón de Higgs, conocido como la «Partícula de Dios».
La teoría propuesta por Harvard se refuerza con observaciones concretas. En 2015, el telescopio espacial Kepler observó la destrucción de un sistema solar alrededor de una enana blanca, donde los restos de un planeta rocoso orbitaban una estrella moribunda. Este hallazgo, reportado por Gizmodo, sugiere que la desintegración de nuestro sistema solar podría no ser solo una suposición teórica, sino parte de un patrón cósmico ya observado en el universo.
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