El presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, está avanzando rápidamente en la planificación de las deportaciones masivas que prometió implementar desde el inicio de su mandato. Tom Homan, nombrado por Trump como su próximo «zar de la frontera», confirmó este martes que ya se están dando los primeros pasos para ejecutar esta controvertida medida.
Homan, quien cuenta con una vasta trayectoria en el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), expresó durante una reunión con el gobernador de Texas, Greg Abbott, en una base de la Guardia Nacional en Eagle Pass, que «no vamos a esperar hasta enero, ya empezamos a planear». Las instalaciones visitadas son parte de la Operación Lone Star, una iniciativa de Abbott para militarizar la frontera sur y prevenir la entrada de migrantes desde México.
En su intervención, Homan elogió las tácticas implementadas en Texas, que incluyen el despliegue de tropas y la instalación de kilómetros de alambre de concertina, una estrategia diseñada para dificultar el paso de migrantes y solicitantes de asilo. «Texas es un modelo que podemos replicar en todo el país», afirmó Homan, comprometiéndose a «terminar el trabajo que Abbott comenzó».
Repercusiones y Rechazo
Sin embargo, los planes de deportación masiva de Trump han encontrado fuerte oposición por parte de organizaciones defensoras de los derechos humanos y activistas en Estados Unidos, quienes advierten sobre las repercusiones humanitarias y el impacto económico negativo que podría derivarse de tales acciones. Se estima que una medida de esta magnitud podría resultar en una caída del PIB anual de entre 4,2% y 6,8%, lo que equivaldría a pérdidas de entre 1,1 y 1,7 billones de dólares anuales, de acuerdo con un informe de la American Immigration Coalition.
El debate sobre las deportaciones masivas sugiere un complejo panorama para la administración entrante, planteando interrogantes sobre políticas migratorias y sus consecuencias para el futuro económico y social del país.
