El huracán Helene ha marcado un trágico hito en la historia reciente de Estados Unidos al convertirse en el segundo huracán más mortal que ha golpeado el territorio continental del país en los últimos 50 años. Al menos 166 personas han perdido la vida en seis estados, según un recuento de CNN, después de que se anunciaran cuatro muertes adicionales en el condado de Henderson, Carolina del Norte, este miércoles por la mañana.
Con este número de fallecimientos, Helene supera el saldo mortal del huracán Ian, que dejó 150 víctimas en 2022 tras su devastador paso por el sureste de Florida. El único huracán que ha cobrado más vidas en territorio estadounidense en este periodo es Katrina, que en 2005 provocó la muerte de al menos 1.833 personas.
El impacto de Helene ha sido especialmente devastador en Carolina del Norte, donde se ha registrado el mayor número de víctimas: 77. En Carolina del Sur, la cifra asciende a 36, seguida de Georgia con 25, Florida con 17, Tennessee con 9 y Virginia con 2.
La escala de la tragedia pone de relieve la amenaza persistente y creciente de los fenómenos meteorológicos extremos en el contexto del cambio climático. Estos desastres naturales no solo causan una pérdida irreparable de vidas humanas, sino que también generan daños económicos y sociales que tardan años en superarse.
Mientras tanto, otra amenaza climática se cierne en el horizonte. El huracán Kirk ha ganado fuerza, y los meteorólogos y las autoridades locales se encuentran en estado de alerta máxima para monitorear su trayectoria y posibles repercusiones.
El conteo de los huracanes más mortales, que incluyen a Harvey y la supertormenta Sandy, subraya la necesidad de preparativos más sólidos y de políticas públicas efectivas para mitigar los efectos devastadores de estos fenómenos. La reciente tragedia de Helene subraya, una vez más, la urgencia de tales medidas.
Este sombrío recordatorio de la naturaleza impredecible y mortal de los huracanes en Estados Unidos resaltará la importancia de la planificación y la respuesta temprana a futuros eventos meteorológicos extremos. A medida que la nación se recupera y reconstruye, la memoria de los afectados por Helene debe servir como un impulso renovado hacia una mayor resiliencia y preparación frente a desastres naturales inminentes.