La isla caribeña de Gardi Sugdub, situada en el Caribe panameño, se ha transformado en un punto de tránsito para migrantes, principalmente venezolanos, que regresan a Sudamérica tras no lograr su objetivo de ingresar a Estados Unidos. Originalmente conocida por albergar a los primeros desplazados climáticos oficiales de Panamá debido al aumento del nivel del mar y el hacinamiento, la isla ahora acoge a aquellos que buscan una nueva oportunidad en sus países de origen.
Darwin Zambrano, uno de los migrantes venezolanos, destacó la frustración de no haber podido cumplir el sueño de llegar a Estados Unidos, afirmando: «Le hemos metido ganas tratando de llegar hasta allá y que no se nos permite es doloroso, pero no hay de otra que volver a nuestra tierra con nuestras familias, con la frente en alto».
Los migrantes, como Zambrano, se alojan en dos casas de la isla, pagando 10 dólares diarios mientras esperan embarcar hacia Capurganá, en el Caribe colombiano. Este trayecto evita el cruce de la peligrosa selva del Darién, la frontera natural entre Panamá y Colombia. No obstante, el mar también representa un riesgo, como lo recordó el reciente naufragio de una lancha que transportaba 21 personas, de las cuales 20 fueron rescatadas con vida, mientras que una niña venezolana de ocho años falleció.
En junio pasado, algunas de las 300 familias de la isla comenzaron a trasladarse a tierra firme, específicamente a Isberyala (la tierra de los nísperos) o Nuevo Cartí, en conmemoración de los cien años de la Revolución Dule. Irma, una residente de la isla que prefirió el anonimato, señaló que el número de migrantes ha aumentado significativamente con las celebraciones de la revolución, lo que ha destacado la falta de preparación de la comunidad para acogerlos, debido a la escasez de agua potable y electricidad.
Los migrantes, aunque decepcionados, esperan continuar su camino hacia el sur. Algunos planean llegar a terceros países en busca de oportunidades que no encontraron en Estados Unidos, mientras que otros, como Gerson Luis Reyes, desean regresar a casa. Reyes, de 28 años, comentó: «De mi parte no vuelvo a salir más de mi país, sé lo que es pasar páramos en otros países, para pasar páramo en otro país, lo paso en mi país y lucho y trabajo por mi país».
El relato de los migrantes destaca las dificultades enfrentadas en su travesía. Reyes recuerda las peligrosas semanas vividas al norte, especialmente al cruzar el Darién y durante su estadía en México, donde el miedo a los carteles era constante. «Duramos tres días en la selva, pero fueron tres días y ya, pero en México fueron más de 20 días… era una tortura mental, por los carteles», explicó, subrayando los riesgos de secuestro y extorsión por parte de estos grupos.
El fenómeno migratorio en la isla de Gardi Sugdub ilustra las complejidades y desafíos enfrentados por aquellos que buscan un mejor futuro, y la resiliencia de las comunidades locales ante tales cambios demográficos.
EFE