Mariana González, hija del líder opositor Edmundo González, ha estado buscando a su esposo, Rafael Tudares, durante más de dos meses en Caracas, sin éxito. Tudares fue interceptado y llevado por hombres encapuchados tres días antes de la juramentación de Edmundo González, quien había sido elegido presidente de Venezuela.
Desde entonces, Mariana no ha cesado en denunciar la desaparición de su esposo. «Seguimos sin tener información concreta sobre su integridad física y personal, sobre su estado de salud y vida», declaró en un comunicado, subrayando la falta de respuestas por parte de las autoridades chavistas. Asegura que lo mantienen «oculto y en cautiverio» en un lugar desconocido.
Durante estos meses, Mariana ha recorrido numerosos centros de detención en Caracas y sus alrededores en busca de su esposo, denunciando haber sido tratada de forma cruel por funcionarios que, según ella, ocultan información a los familiares de los detenidos. «He presenciado cómo ocultan información a los familiares que buscan a sus seres queridos», relata.
A finales de febrero, Mariana se enteró de que su esposo fue sometido a una audiencia de presentación irregular ante los tribunales penales que tratan casos de terrorismo. Critica que no se le permitió contar con un abogado de confianza y que la audiencia se realizó con graves irregularidades. «Primero le dieron informaciones erradas sobre la fecha de audiencia de su marido, luego le dijeron que ya había pasado y que el defensor asignado no había estado presente», explicó.
Mariana sostiene que Rafael está en una situación de desaparición forzada debido a su vínculo familiar con Edmundo González. Lamenta el impacto que esto ha tenido en su familia, argumentando que han sido «destruidos» por estos sucesos. «Hace ya prácticamente un año, las vidas de todos los miembros de mi familia dieron un giro inesperado», expresó.
La situación es especialmente dolorosa para sus hijos, quienes no pudieron despedirse de sus abuelos y vieron cómo se llevaron a su padre de manera «inhumana». Mariana mantiene la esperanza de que su esposo sea liberado, afirmando que «la dignidad humana se respeta, no se negocia».
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