Una reciente interferencia en las señales GPS ha sembrado preocupación en las costas de Venezuela, afectando áreas estratégicas como el archipiélago de Los Roques, Maturín, y Ciudad Guayana, así como regiones cercanas a Trinidad y Tobago. Este fenómeno, reportado intensamente a finales de octubre de 2025, ha impactado notablemente la aviación y la navegación marítima, causando fallos significativos en los sistemas de posicionamiento.
La interferencia, identificada como deliberada y originada en territorio venezolano, puede ser asociada con operaciones de guerra electrónica, particularmente el uso de equipos suministrados por Rusia. Estos sistemas bloquean y falsifican señales, complicando la navegación aérea y marítima. Esta táctica se contextualiza en un escenario de tensiones geopolíticas crecientes, con avistamientos de aviones de combate estadounidenses en la región y movimientos de defensa antiaérea por parte de Venezuela.
Para la aviación, la pérdida de datos de posición obliga a una navegación manual o el uso de sistemas alternativos, incrementando los riesgos en vuelos comerciales y militares. En el ámbito marítimo, los fallos en el Sistema de Identificación Automática (AIS) desvían barcos de sus rutas, comprometiendo la seguridad y logística en alta mar.
El propósito central de esta interferencia es defensivo, buscando proteger infraestructura crítica y complicar las operaciones de posibles adversarios. En el contexto de disputas geopolíticas, la estrategia venezolana parece orientada a proyectar fuerza y controlar el entorno en medio de sanciones y presiones internacionales.
Analistas sugieren que este tipo de interferencias no solo afecta la operatividad diaria, sino que también forma parte de una estrategia más amplia para maximizar daños asimétricos en un posible conflicto. La comunidad internacional, incluida la ONU, ha instado a los estados a tomar medidas para prevenir estas transmisiones no autorizadas y mitigar riesgos para la navegación civil y comercial.
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