La relación militar entre Venezuela y Rusia se consolida en un contexto de tensión en el Caribe con la llegada del portaaviones estadounidense Gerald R. Ford. En respuesta, el gobierno de Nicolás Maduro ha confirmado la recepción de armamento estratégico ruso para reforzar sus capacidades defensivas.
El envío, anunciado por autoridades de Moscú y Caracas, incluye avanzados sistemas de defensa aérea como el Pantsir F-1 y el Buk-M2E, complementando un arsenal que ya es reconocido como el más avanzado de la región con 5.000 misiles Igla-S, según El País.
Dimitri Peskov, portavoz de la presidencia rusa, reafirmó el «contacto permanente» con Venezuela, basado en «obligaciones contractuales» surgidas del «acuerdo de asociación estratégica» firmado en mayo, enfatizando el aspecto militar.
Además, voceros rusos han insinuado la posible transferencia de tecnología de misiles avanzados, como el misil balístico hipersónico Oréshnik y misiles de crucero Kalibr, lo que incrementaría el costo de cualquier acción militar externa.
María Zajarova, portavoz de la Cancillería rusa, destacó el «firme apoyo» a Venezuela en defensa de su soberanía, advirtiendo a Washington sobre las consecuencias de una agresión directa. En la misma línea, Alexei Zhuravlyov señaló que Estados Unidos podría enfrentar sorpresas si decide atacar.
Paralelamente, Estados Unidos ha intensificado su presencia militar en la región, con bombarderos B-52 operando cerca del espacio aéreo venezolano y un despliegue masivo de infantes de marina y otras fuerzas alrededor del área. Pese a esto, el presidente Donald Trump ha expresado dudas sobre un posible ataque militar, considerando el riesgo político.
En este entorno de incertidumbre, la líder opositora María Corina Machado ha expresado su apoyo a las estrategias de Washington, afirmando que el gobierno de Maduro se encuentra «muy débil» y que la crisis venezolana está en un punto crítico, a pesar del apoyo militar ruso.
