El hemisferio occidental enfrenta un nuevo punto de tensión tras revelarse que Rusia habría enviado al coronel general Oleg Makarevich a Venezuela junto con un contingente de unos 120 asesores militares. La información fue expuesta por el jefe de inteligencia ucraniano, Kyrylo Budanov, quien alertó que la presencia del oficial —acusado de operaciones brutales en Chechenia y de participar en la destrucción de la presa de Nova Kakhovka— no es simbólica, sino una señal de escalamiento estratégico.
La llegada de Makarevich ocurre en paralelo al incremento de fuerzas estadounidenses en la región. Según Reuters, el portaaviones USS Gerald R. Ford —el más grande del mundo— ingresó recientemente al Caribe, acompañado de F-35, Harriers, helicópteros de ataque y miles de efectivos, en una operación que Washington atribuye al combate contra el narcotráfico. Sin embargo, ni Caracas, ni La Habana, ni Moscú consideran creíble esa explicación.
Budanov sostiene que el grupo ruso está entrenando a las fuerzas venezolanas en tácticas de infantería, uso de drones, operaciones de fuerzas especiales e inteligencia de señales, y que sus miembros se encuentran desplegados en Caracas, Maracaibo, La Guaira e incluso la remota Isla de Aves, lo que ampliaría la capacidad de vigilancia rusa sobre puntos estratégicos del país.
La combinación de un general de alto perfil ruso en territorio venezolano y un portaaviones estadounidense frente a sus costas representa, para varios analistas, un escenario extremadamente delicado. Reuters también informó que altos mandos de EE. UU. han realizado visitas militares en la región, movimientos que, aunque públicos, incrementan la percepción de inestabilidad.
Detrás del ruido, la lectura es clara: Venezuela deja de ser un conflicto aislado y pasa a convertirse en un tablero de disuasión entre dos potencias nucleares que aseguran no querer una confrontación directa… pero están creando rápidamente las condiciones para que ocurra.
Espiga Noticias
