En una demostración espléndida de lo que pudiéramos llamar una «genialidad administrativa», el sumun de lo posible que la narco tiranía ha decidido implementar como un revolucionario decreto que establece una jornada laboral de cinco horas en las oficinas públicas.
Propongo un giro maravilloso: dos días de ayuno y uno de comida. Eso sí, entre ayuno y ayuno, se rifará un paseo por la calle que permita recoger las sobras de algún restaurante donde los narco gobernantes comen a la carta. Así que si el hambre aprieta, siempre está la opción de ayunar.
Por fin podemos decirle adiós a esos tediosos recuerdos de la Cuarta República en los que uno se jubilaba después de 35 fastidiosos años de trabajo. Ya no hay necesidad de esperar tanto tiempo para disfrutar del «merecido descanso revolucionario». Con este innovador sistema, el descanso llega antes de que el cuerpo sienta que realmente has trabajado. Trabajar menos horas significa que los empleados tendrán que desplazarse menos, ahorrando el costo del pasaje y evitando esas largas horas esperando el transporte público. Así no gasta el suculento sueldo de un dólar y medio mensual. Porque claro, ¿para qué gastar en gasolina o pasajes cuando puedes quedarte en casa, disfrutando de un aire acondicionado que no funciona?
Y siguiendo el hilo de esta fabulosa revolución, el Cartel de los Soles, esa noble institución que supervisa la economía y el bienestar de la nación, se ha dado cuenta de que la economía mundial está sufriendo un periodo difícil y que hay que adaptarse a los nuevos tiempos. ¿Qué mejor manera de contribuir con el cambio climático que reduciendo el esfuerzo humano? Un trabajador que no paga pasaje no sólo tiene más dinero en su bolsillo, sino que también se ahorra el desgaste de sus zapatos. Y como si eso fuera poco, al no sudar, se elimina la necesidad de gastar en agua y jabón en el baño; un hecho que, sin duda, apunta hacia un espíritu ecológico latente en el corazón de nuestra patria revolucionaria.
En unos años, la historia recordará que los venezolanos éramos vistos como la emigración con muy alto nivel educativo, respetuosa y trabajadora. Pero llegó el momento de la igualdad hacia abajo. Con alegría, el segundo del Cartel de los Soles recibe el primer lote de deportados de los más de once mil integrantes de la noble organización del Tren de Aragua liberados, a quienes entregaron sus pasaportes y mil dólares a cada uno para que se dispersaran en el mundo y destruyeran nuestro gentilicio.
Después de todo, ¿quién necesita vacaciones, jubilación y un buen gentilicio, sabiendo que el verdadero descanso está al amparo del Cartel de Los Soles? En esta nueva Venezuela, uno puede disfrutar de la vida mientras la revolución se encarga de recibir a los destructivos integrantes del Tren de Aragua y liberarlos.
Niños, apunten por favor: la verdadera revolución radica en trabajar poco, ayunar mucho y, sobre todo, olvidarse de las herencias del pasado. Pronto todos seremos un ejemplo a seguir, una comunidad de revolucionarios frágiles que, sentados en nuestra casa, observamos cómo la gloria de la nación desaparece entre jornadas laborales cortas, un régimen de comida controlado y el gentilicio destruido. Una idea brillante que debería ganarse un reconocimiento en ese museo del absurdo donde se guardan las hazañas más surrealistas del narco comunismo, porque con esta revolución, la imbecilidad no conoce límites.
Auber Infante Bustamante
